Vermicomposteras
Hoy vamos a hablar de las vermicomposteras domésticas. Suena muy técnico, pero es más sencillo de lo que parece.
Sí, básicamente son artefactos que sirven para criar lombrices (como la Eisenia foetida) y transformar los restos de comida en humus, ese oro negro del suelo.
¿Y cómo son esos dispositivos?
Imaginemos una caja o una torre con pisos. Algunos modelos separan incluso el humus sólido del líquido, que se llama lixiviado. Para una familia pequeña es suficiente una compostera de entre 15 y 50 litros. Nosotros estamos probando con una de 15 l y con otra de 100 l.
¡Vamos, ideal para patios, balcones o fachadas! Pero ojo con la forma: no es tan importante que sean altas, como que tenga buena superficie y poca profundidad. Porque a las lombrices les gusta moverse en capas delgadas, no en pozos.
Exactamente, imaginaros que en una compostera pequeña pueden vivir entre 500 y 1.000 lombrices. Aunque lo ideal es empezar con menos, y dejar que ellas se vayan multiplicando solas hasta encontrar un equilibrio.
¿Y los olores? Porque esa es una preocupación común...
En principio, no debe oler mal si está bien manejada. Pero si huele raro, puede ser por exceso de humedad o falta de oxígeno. Nada que no se pueda ajustar colocando trozos pequeños de cartón entre los restos orgánicos.
Ahora bien, ¿Cómo están construidas? pues bien, las hay de todo tipo. Nosotros hicimos un primer prototipo en madera, y luego otro en plástico. La clave es que tengan buena ventilación y drenaje, así como acceso fácil para sacar el humus.
Y si llega una ola de calor, ¡Cuidado! Si pasa de los 30 °C, hay que refrigerar, moverla a la sombra, mantenerla húmeda y reducir la comida.
Es por esto mismo que estamos probando diferentes estrategias de aclimatación, como trasladarlas a lugares más frescos o intentar refrescarlas. Por eso hemos hecho un tercer prototipo en arcilla hackeando una maceta típica con una tapa impresa en 3D, que distribuye el agua que le cae de los aires acondicionados para mantenerla fresca por evapotranspiración.
Vamos, que utiliza el efecto botijo de la cerámica cocida para crear un pequeño oasis para lombrices.
Exactamente. Así no habrá que reducir la comida. En el próximo episodio os contamos, precisamente, cómo alimentar bien a nuestras compañeras.