Menú vermi-antrópico
En este capítulo vamos a centrarnos en los cuidados alimenticios de nuestras compañeras eisenias, las lombrices que habitan en nuestras vermicomposteras domésticas.
¿Y qué les gusta comer? Pues, sobre todo, restos vegetales blandos y frescos: cáscaras de fruta, restos de verduras, posos de café, infusiones, pan humedecido, algo de cartón sin tinta y hojas secas troceadas. Les encanta que todo esté un poco húmedo, pero sin pasarse... nada de charcos.
Pueden alimentarse cada dos o tres días, siempre en pequeñas cantidades, según lo que vayan procesando. Y es importante recordar que no todo les sienta bien.
Sí, hay que evitar ciertos alimentos: cítricos, cebolla, ajo, cosas muy picantes, lácteos, carne, grasa, productos procesados… Y cuidado con el arroz y la pasta, que fermentan rápido y pueden alterar el equilibrio del compost.
Ahora bien, aquí viene una idea que nos gusta mucho: ¿y si pensamos nuestras comidas pensando en que nos sirva tanto a nosotros como a ellas?
Comidas compartidas, claro que sí. Por ejemplo, vegetales y fruta de temporada como lechuga, tomate, plátano o manzana, pan integral, infusión de hierbas... Lo que tú comes, lo disfrutas, y lo que sobra, les sirve a ellas. Así reducimos residuos desde la base.
Luego volveremos sobre esta idea, pero antes, nos gustaría preguntarnos: ¿cuánto humus pueden producir estas pequeñas trabajadoras a lo largo del año?
En una vermicompostera de 15 litros, bien gestionada, una comunidad estable de lombrices puede procesar unos 30 kilos de restos orgánicos al año. Eso se traduce en unos 10 litros de humus.
Y si la vermicompostera es más grande, de unos 100 litros, la producción rondaría los 65 litros de humus al año, que no está nada mal.
Así que cuidar a las lombrices es una forma sencilla, pero muy poderosa, de regenerar el suelo, incluso desde un pequeño balcón.
Y en el próximo capítulo, vamos a ver qué podemos hacer con ese humus y cómo aplicarlo para darle vida a nuestras plantas.